Leonardo Solaas estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, y es un programador, diseñador y artista autodidacta. Su trabajo propone diversas perspectivas críticas de la tecnología y el software, desde la producción artística, la reflexión teórica y la docencia.
Como artista ha participado en numerosas exposiciones nacionales e internacionales, y recibió los premios IBM Media Art Award (Alemania), y el Premio Mamba – Fundación Telefónica de Arte y Nuevas Tecnologías (Argentina), así como una residencia ARCO/Madrid del Fondo Nacional de las Artes y apoyos a la producción de New Radio and Performing Arts (EEUU), Medialab Prado (España) y LUX Projektionsfestival (Alemania), entre otras distinciones.
Vive y trabaja en Buenos Aires, Argentina.
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Entrevista completa
1. ¿Cómo construiste tu camino para llegar a hacer las obras que te interesan crear hoy? Y sobre todo ¿por qué? ¿Qué hay en las artes llamadas electrónicas -a falta de una mejor denominación- que te resultaron atractivas para comunicar tus ideas y propuestas? ¿Andarías los mismos caminos recorridos, ahora que sabés por dónde circular para crecer en tu pensamiento y las acciones consecuentes?
Creo que no muchos artistas podrían decir con exactitud donde empezó su camino en el arte – en todo caso, yo no puedo… Desde que tengo memoria me interesó el arte, y los juegos, y las máquinas. Pero sé que hice las primeras cosas que se podrían llamar “obras generativas” alrededor del año 2000, cuando tuve por primera vez acceso permanente a una computadora y a Internet. En esas épocas aprendí a programar, mirando ejemplos que estaban disponibles en la Web, tratando de entender cómo estaban hechos, y cambiándoles cosas. Casi desde el principio usé el código como un medio creativo, así que podría decir que la programación y la creación artística llegaron juntos y dándose la mano a mi vida.
Ahí encontré un lugar donde esos intereses de toda la vida que mencionaba al principio se entrelazaron de una manera natural – en especial en los sistemas generativos, en los que uno diseña un sistema de reglas que después se ponen en acción y operan con un cierto grado de autonomía. Así que es como crear un juego, pero también es como darle vida a un autómata, y se trata de que lo que haga ese autómata tenga cierta consistencia estética. Cuando esos sistemas ganan en complejidad, involucran fuentes de azar o incorporan información externa, los resultados pueden ser enormemente variados, sorprendentes e intrigantes. Para mí son como pequeños mundos de probeta.
Después de todos estos años, y de haber experimentado con muchas dinámicas y algoritmos diferentes, ese interés originario se mantiene intacto, y todavía quedan muchas ideas y proyectos por desarrollar, así que puedo decir que estoy muy contento con el camino que elegí para investigar y expresarme. Es más, no sé si es correcto decir que lo “elegí”: no recuerdo haber tomado ninguna decisión deliberada al respecto. Todo se fue dando de manera bastante natural, a partir de la situación de ponerme en contacto con una computadora.
2. ¿Cómo describirías tu proceso creativo y desarrollo de obra? ¿Nos podes contar sobre las distintas instancias que involucran el desarrollo artístico de alguno de tus proyectos? ¿Qué recursos te ayudan a pensar y a avanzar en el desarrollo de tu obra?
No creo tener una receta o rutina o procedimiento para hacer lo que hago – la forma que toma el trabajo creativo ha ido variando mucho con el paso del tiempo y los diferentes contextos y demandas. Uno de los grandes desafíos de hacer arte es cómo se construye la articulación entre intuiciones e intereses muy íntimos con el resto del mundo. Porque yo no hago arte para mí mismo, sino como una forma de comunicación y diálogo con otres: entonces, existe siempre el desafío de encontrar en cada momento la mejor forma de que otres vean y presten atención a lo que hago – y si es posible, además, que esa atención se manifieste en un ingreso económico que permita retroalimentar la producción artística. Al mismo tiempo, también yo necesito conocer y disfrutar lo que están haciendo otres creadores con quienes me une algún hilo de afinidad. Me siento parte de una gran conversación.
Por ejemplo, en los últimos años sucedió el fenómeno NFT, que explotó de manera inesperada como un ámbito que abrió puertas nuevas, tanto para dar a conocer lo que uno hace como para vender obra, conocer coleccionistas y crear comunidades. También trajo aparejado un boom completamente insólito del arte generativo, que yo nunca me hubiera imaginado durante todos los años en que me dediqué a eso como parte de una comunidad bastante pequeña y completamente marginal en relación con los circuitos tradicionales del arte. Surgieron diversas plataformas en Internet dedicadas específicamente a los NFT generativos, que a mí me vinieron como anillo al dedo, pero que también imponen un formato muy específico de obra, desarrollada en JavaScript para visualizar en el navegador. Así que hay un trabajo interminable de ir adaptándose a un contexto siempre cambiante que me parece una parte esencial del trabajo artístico. A veces es agotador, pero también puede ser un fuerte estímulo creativo…
3. Cuando hablamos de arte generativo, pensamos también en los sistemas de control que involucra. ¿Cómo manejas los aspectos determinados de las obras y cómo te vinculas con los aspectos indeterminados de las mismas? ¿Nos podrías contar sobre tus decisiones como artista, y sobre las acciones que cedes al automatismo del sistema que desarrollas?
Bueno, diría que hacer arte generativo consiste justamente en navegar y encontrar el equilibrio entre todas esas cosas: el control y el descontrol, el orden y el ruido, el determinismo y el azar… Una imagen que me gusta es pensarme como una especie de escultor – pero no de un objeto físico, sino de un espacio de posibilidades abstracto, invisible y de muchas dimensiones. Cuando decido que cierta variable de un sistema queda fija en un valor, mientras que otra puede variar al azar dentro de cierto rango, y tal vez otra es interactiva, estoy decidiendo lo que puede y no puede suceder dentro de los límites del sistema. Es habitualmente un proceso largo de prueba y error, en el que tengo que ir desarrollando una especie de intuición del efecto de esos distintos parámetros, ya que es imposible ver todas las combinaciones de valores posibles – son simplemente demasiadas. En general, la mayor parte del tiempo en el desarrollo de una obra se lo lleva la “sintonía fina”, para encontrar la ecualización justa de azar y rangos de variación y valores fijos que produzca la mayor variedad de resultados posible, a la vez que ninguno de ellos sea demasiado aburrido, caótico o poco interesante.
Eso es para mí lo fascinante del arte generativo: que no consiste en hacer una obra, ni siquiera una serie de obras relacionadas, sino en modelar un espacio virtual de obras posibles, de las cuales sólo algunas van a ser vistas por les espectadores, o incluso por mí mismo. Me parece que es diferente del arte tradicional en el sentido de que esas obras visibles no tienen interés de manera aislada, sino que adquieren valor como rastros o indicios o evidencias del espacio de posibilidades del que provienen, que en sí mismo es invisible y abstracto, pero que de algún modo podemos reconstruir en nuestra mente a partir de esos ejemplos que se nos presentan. Las obras que salen del sistema generativo son como muestreos o agujeros de cerradura que nos permiten espiar la configuración de ese campo de posibilidades en puntos particulares.
Vivimos en una época donde esos espacios de posibilidades, que en el contexto del aprendizaje maquínico se llaman “espacios latentes”, tienen un lugar cada vez más central en muchos aspectos de la sociedad, la economía y la cultura contemporáneas. Permiten generar variaciones infinitas y, aunque esto es un tema de discusión, para mucha gente abren la puerta a la automatización de procesos que solían ser exclusivamente humanos, como la creatividad y el descubrimiento. Me parece que el arte generativo es relevante para ayudarnos a pensar y desarrollar una intuición de este nuevo tipo de entidades que, a pesar de su importancia creciente, nos cuesta visualizar, porque son muy complejas, inabarcables y abstractas.
4. ¿Tienes ciertos patrones o prácticas que te ayudan a comenzar con una obra? ¿Te consideras un artista, de alguna forma, metódico? Si tuvieras que describir en formato de lista tu rutina de taller ¿qué momentos no podrían faltar? ¿Cómo describirías los aspectos más técnicos de tus obras? ¿Y los aspectos poéticos o metafóricos? ¿Podrías describir el universo imaginario que construís con tu obra?
Como decía antes, los métodos y rutinas son bastante variables. No podría ofrecer mi “receta personal” para hacer arte, y aún si me las arreglara para decir algo, me parece que sería bastante poco interesante para otres. Creo que cada une tiene que encontrar (o mejor: nunca dejar de buscar) su manera propia de hacer arte, y además pienso que hacer arte significa ponerse todo el tiempo un poco en riesgo, en una situación incómoda, frente a un desafío, siempre al borde de lo que no se sabe y de lo que no se entiende. Si uno está demasiado cómodo, entonces probablemente se está repitiendo, está capturado en su propio cliché. Así que para mí el arte se trata más bien de anti-recetas, de encontrar estrategias para salir del lugar en el que uno ya está e ir al encuentro de lo desconocido, para escapar a los facilismos, a los lugares comunes propios y ajenos.
Sí puedo decir que no tengo un “taller” propiamente dicho. Mi contexto de trabajo se reduce a mi laptop y una conexión a Internet. Puedo trabajar en cualquier lado. En otros momentos de mi carrera abordé el tema de la relación entre mundos virtuales y el cuerpo y la materia. Por ejemplo, para una muestra llamada “La voz de la máquina” (Espacio Pla, 2017), me puse a mí mismo en el lugar de una especie de dispositivo periférico, para materializar algunos diseños generativos con procesos artesanales muy laboriosos – digamos que jugué a invertir la relación de poder tradicional y a ponerme “a las órdenes” de la computadora. Pero ya hace años que mi trabajo es enteramente digital.
Hay sin duda preocupaciones recurrentes en mi trabajo, que van regresando en distintas formas y mezclas: por ejemplo, los sistemas de partículas organizados por fuerzas de atracción y repulsión, las formas y texturas de flores y plantas, los gradientes y espacios de color, la historia del arte y las técnicas tradicionales, entre muchas otras cosas…
5. ¿Cómo es tu relación con las tecnologías emergentes y su dinámica de continua evolución? ¿Estás todo el tiempo viendo qué nuevo desarrollo hay, en ciertos campos al menos, o acotás radicalmente el espectro para poder concentrarte y vincularte con una tecnología a la vez? ¿Dónde te posicionas como artista en relación a los continuos desarrollos tecnológicos: como un observador, un usuario crítico, como parte del universo de los desarrolladores…?
Hay otro aspecto de mi vida que tiene una relación un poco extraña y variable con mi producción artística, que es mi interés por la filosofía. Así que esa intersección entre estética, técnica y cultura contemporánea donde se desarrolla mi obra también me interesa desde un punto de vista teórico. Hace mucho, por ejemplo, que llevo adelante una reflexión sobre los sistemas generativos, cómo se ubican en la historia del arte reciente y lo que pueden decir acerca de los tiempos que vivimos. Pero también estoy desarrollando un trabajo de investigación y reflexión sobre desarrollos tecnológicos, como el aprendizaje maquínico (Machine Learning), que yo no utilizo en mi práctica artística, pero que me interesa interrogar en términos de sus efectos presentes y posibles sobre algunas nociones fundamentales para el arte, como las de creatividad, autoría, valor y sentido. En este momento estoy escribiendo una tesis de Maestría sobre ese tema.
En otras palabras, como artista no estoy a la pesca de las últimas novedades tecnológicas: mi práctica consiste básicamente en escribir código de manera “artesanal”, línea por línea, y a pesar de la eventual incorporación de algún lenguaje o herramienta nuevos, sigue siendo muy parecida a lo que era dos décadas atrás. Pero como mente curiosa interesada en pensar lo que va pasando en el arte y en la cultura en general, sí que estoy muy atento a todas las novedades y discusiones que se van produciendo. Desde ese lugar trato de plantear preguntas y aportar conceptos traídos de la filosofía y la teoría del arte que permitan, en lo posible, ir más allá del deslumbramiento por la novedad y el ruido de las opiniones en las redes, para que podamos desarrollar una visión crítica y una reflexión más profunda sobre las formas en que la tecnología no para de cambiar nuestras vidas, en general sin darnos tiempo a entender qué está pasando, y muchas veces incluso sin que nos demos cuenta.
6. ¿Cuáles son tus proyectos en curso? ¿Y qué quisieras hacer como artista que está aún pendiente de realización?
En el último par de años, con el impulso del fenómeno NFT, me dediqué a desarrollar sistemas generativos bastante sofisticados, que producen imágenes “pictóricas”, en muchos casos figurativas. En algunos trabajos me concentré en la simulación algorítmica de técnicas artísticas tradicionales, como la pintura al óleo, el dibujo a lápiz, el grabado o el cianotipo.
Ahora que ha pasado el momento de furor de los NFTs, me estoy dando un tiempo para experimentar cosas nuevas y retomar viejas ideas que me habían quedado en el tintero. En este momento me interesa hacer algo un poco raro y tal vez no muy astuto, que es ir en contra de la tendencia actual que, de mano del aprendizaje maquínico y herramientas de diseño 3d, produce imágenes cada vez más sofisticadas y “lujosas” en términos de realismo, colores y texturas. En lugar de eso, estoy retomando investigaciones con sistemas físicos basados en fuerzas de atracción y repulsión que producen formas orgánicas relativamente simples, planas, con contornos nítidos. Estos sistemas generan dinámicas que son como formas de vida artificial muy sencilla. Visualmente remiten a las artes gráficas, a la serigrafía y a los dibujos animados: es decir, un look mucho más “antiguo” y tranquilo que ese “maximalismo digital” que vemos por todas partes en estos días.
Se me ocurren múltiples direcciones en las que podrían evolucionar esos experimentos. Por ejemplo, hacer que esas formas empiecen a tener comportamientos más complejos y a interactuar entre sí, para crear lo que podríamos llamar pequeños ecosistemas de criaturas digitales. Entonces, en lugar de una imagen estática o un video, la obra sería una simulación en tiempo real, eventualmente interactiva, de una comunidad de bichos un poco abstractos pero que pueden sugerirnos actitudes, estados afectivos y situaciones narrativas.
Eso se conectaría con varias preocupaciones mías de larga data, como los comportamientos emergentes en sistemas dinámicos, el lugar de la afectividad humana en las tecnologías digitales, la generación de narraciones, y las estrategias para producir un máximo de efectos con un mínimo de recursos. Veremos qué pasa: seguramente me encontraré con sorpresas y desvíos, tanto por demandas exteriores como por lo que vaya surgiendo en el trabajo mismo y que me resulta imposible anticipar. Lo que puedo decir por ahora es que la paso muy bien mientras juego con mis pequeñas criaturas digitales.
Entrevista realizada el 6 de agosto 2024.
Preguntas preparadas por: Inés Pereyra – Marina Vila – Ricardo Dal Farra
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